La
automovilista (negro el vestido, negro el pelo, negro los ojos pero con la cara
tan pálida que a pesar del mediodía parecía que en su tez se hubiese detenido
un relámpago) vio en el camino una muchacha que hacia señas para que parara.
Paro
-¿Me
llevas? Hasta el pueblo nomás- dijo la muchacha.
-
Sube- dijo la automovilista. Y el auto arranco a toda velocidad por el camino
que bordeaba la montaña.
-Muchas
gracias- dijo la muchacha con un gracioso mohín- pero ¿no tienes medido de
levantar por el camino a personas desconocidas?
-
No, no tengo miedo.
-
¿No? Permíteme presentarme – dijo entonces la muchacha, que tenía los ojos
grandes, límpidos, imaginativos y enseguida, conteniendo la risa, fingió una
voz cavernosa. - Soy la Muerte, la
M-u-e-r-t-e.
La
automovilista sonrió misteriosamente.
En la próxima curva el auto se desbarrancó.
La muchacha quedo muerta entre las piedras. La automovilista siguió a pie y al
llegar a un cactus desapareció.
Al día siguiente una chica que le gustaban
las plantas en especial las que tienen pinches, paso por donde estaba el cactus
y le tomo una foto. Cuando llego a su casa, miro la foto y vio que la muerte
estaba al lado de la planta.
Asustada
volvió al mismo lugar. Observo unos 5 minutos y de pronto sintió un aliento
cerca de su nuca, se dio vuelta y unas manos oscuras la ahorco.
Se
dice que en ese cactus anda rondando el espíritu de la muchacha.
Noelia